“El infierno son los otros”, dijo un muchacho francés hace varias décadas. Y nos legó esa brasa. ¿Acaso será esta una perspectiva absolutamente pesimista? ¿Sera una visión psicoemocional de los hechos y dolores individuales? ¿O acaso una mirada no tan solo individual, sino global que totaliza el sufrimiento y malestar social? No desesperemos, el principio (casi siempre) es un buen punto de partida.
Pensar en el Otro me conduce a una reflexión más profunda donde sale a la luz la otra cara de la misma moneda: el Yo. Hay Otros porque hay un Yo. Entonces, ¿qué es el yo?. Podríamos decir que el yo es la suma de mis experiencias vividas, como me percibo, los estudios realizados, mi trabajo, mis limites fisicos y biologicos, mi estructura psíquica, el medio ambiente en el que nos desarrollamos (la familia, nuestros amigos, la escuela a la que vamos, el barrio donde crecemos), las alegrías y tristezas que nos atraviesan, las luces y sombras que llevamos con nosotros. En síntesis, el Yo es el movimiento continuo que totaliza segundo a segundo la existencia misma. ¿Cuál sería, entonces, el rol del Otro en relación al Yo?
Todo Otro es su propio Yo. El Otro tambien rie, llora, ama, odia como Yo. El Otro también tiene deseos y proyectos. El Otro también trabaja, estudia. Es su derecho, como el nuestro. No podemos pensar al Otro (ni a nosotros) sin tener presente el medio ambiente y las circunstancias que lo rodean y conforman. Siempre hay que situar las a las personas o los hechos. Entonces, si el Otro sufre, ama y vive como Yo ¿que nos hace diferentes? Exacto. Nada. El Otro no es diferente a a mi, es diferenciable. El Otro es aquel con el cual vamos a pasar toda nuestra vida. Es el que nos va a enamorar, o con el cual vamos a estar muy enojados. El Otro nos enseña qué cosas nos gustan y cuales nos desagradan. El Otro puede ayudarnos a descubrir nuestras partes más luminosas, nuestras mejores facetas, o también (y retomo la frase que da inicio al texto) nos puede llevar a vivir un infierno, sacando a flote toda nuestra oscuridad, nuestra violencia, nuestro odio. El Otro, en estos casos, es un reflejo de nosotros mismos.
No son pocas las veces que he pensado en irme a vivir solo a una montaña o una cueva. Pero no puedo, ni quiero. No soy quién sería hoy sino hubiese habido “Otros” para ver el Egoísmo e Indiferencia que habitaban en mi. El Otro es un maestro, ya que me enseña a conocer mis partes ciegas. ¿Y por que son un infierno? Porque no hay nada más difícil que el auto-conocimiento. Ya decían los antiguos griegos: “Conócete a ti mismo y conocerás el mundo”. El proceso de aprender, reaprender, mutar y trasmutar que se da sobre uno mismo es sumamente doloroso (y muchas veces tedioso). El Otro, y no siempre de buena manera, nos ayuda a comenzar este camino. Es entender que el binomio Yo/Otro conlleva una interdependencia necesaria.
Pues, si son el infierno, bienvenido sea.
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